Si bien es cierto que su cara de corderito le duró a Pedro Sánchez apenas unos minutos cuando apareció ante la puerta de La Moncloa  para certificar ante las cámaras que le había tomado el pelo a millones de ingenuos, no le ha hecho falta más que verse rodeado de público entregado, público de la secta socialista que no le abuchea allá por donde va, para ponerse en modo Hugo Chávez y comenzar a proferir sus soflamas liberticidas con gesto entre el odio y la venganza. Insiste el infame presidente en convencer a sus ya convencidos izquierdistas de que los medios no afines al gobierno son lo peor y hay que eliminarlos. Por momentos, como en el vídeo, pierde la actitud estudiada que todo político utiliza en sus mítines según el guion que convenga. Se le escapa el miedo de saberse acorralado y el odio que todo déspota proyecta a quien no se arrodilla. Pedro Sánchez sabe que no tiene la guerra ganada, ni mucho menos. Como en los últimos tiempos de Felipe González. Como en los últimos tiempos de Zapatero en la presidencia, la basura que Sánchez y su gente han metido bajo la alfombra ya no se puede ocultar. La izquierda está dándolo todo para no perder el poder y no acabar en prisión, pero la disidencia lo da todo por la supervivencia y la libertad.

Por Mike