Quien iba a decir a Wallace Hartley, el director de orquesta que permaneció tocando el violín en la cubierta del Titanic durante el hundimiento para tratar de aliviar el miedo de quienes seguramente iban a morir, que su heroico gesto sería utilizado décadas después para describir a quienes, ante un desastre inminente, miran para otro lado ignorando la realidad delo que está por venir. Uno de esos “violinistas”, sin duda, fue Mariano Rajoy, como lo es Pedro Sánchez por motivos distintos aunque paralelos en su dirección.

Canarias nunca ha sido una excepción. Ya en los 1970s un movimiento independentista vinculado a los servicios de inteligencia de Marruecos sembraba en las islas el odio a España y la utopía de un archipiélago constituido en país libre, por supuesto bajo una ideología de izquierdas. Pocos eran entonces los que comprendían el alcance y las consecuencias que tal cosa podría tener si, como aquellos traidores pretendían, las islas se independizaban. Todo eso sonaba a tonterías de adolescentes. Pero de no pocos adolescentes de entonces, lavados los cerebros con historia falseada y crecido sentimiento nacionalista, surgieron adultos que votaron desde entonces a una izquierda que siempre se abrazó con los nacionalistas y que ha llegado hasta hoy habiendo creado una enorme red de clientelismo indiferente a la invasión de facto que la vertiente marroquí del plan Kalergi inyecta a diario en aquella comunidad autónoma.

Este pasado fin de semana estaba convocada una manifestación para protestar por lo que sucede en las calles canarias con los inmigrantes ilegales. No llegaron a mil los asistentes; lo que ilustra la indiferencia mayoritaria de un pueblo que se hunde en el desastre mientras su tierra, sus haciendas y sus vidas se van por el sumidero para dejar sitio a decenas de miles de invasores que han incrementado el índice de delitos en las islas como nadie suponía que podría suceder. Estos canarios, malos canarios, malos españoles, sectarios de su ideología e indiferentes al desastre, tanto políticos como ciudadanos de a pie, nada tienen que ver con el héroe del Titanic, el violinista que prefirió morir ofreciendo himnos religiosos a los que partirían con él. Éstos son los violinistas de la comparación odiosa. Tocan el violín mientras son invadidos, atacados, agredidos, ultrajados y empobrecidos al tiempo que votan a partidos políticos que fomentan lo que sucede. Se arrepentirán.

Albert Castillón es uno de los muy pocos periodistas que informa de la situación en Canarias. Los grandes medios de adoctrinamiento y desinformación apenas han tocado el asunto. La agenda 2030 les subvenciona y no les permite ejercer ni crítica ni periodismo. Solamente los comunicadores perseguidos y desterrados de esos medios son quienes dan la cara.

Por Mike