Como Pablo Iglesias, Pedro Sánchez apareció en el panorama nacional cuando los líderes de la agenda global ya lo habían preparado suficientemente para embaucar a sus votantes con un discurso plagado de regeneracionismo político, de lucha contra la corrupción y de defensa de los valores democráticos. Conceptos con los que se llenan la boca los políticos cuando están en la oposición para luego demostrar desde el poder que sus mensajes no eran otra cosa que demagogia dedicada a convencer a las masas estúpidas. No era difícil ver qué clase de personaje era en realidad. Su perfil público no aguantaba el más ligero examen de hemeroteca. Peo a sus adoradores les daba exactamente igual.
Sánchez, en la oposición, ya apuntaba maneras. Todo un endiosado hipócrita . Un poses. Y el tiempo ha demostrado que todas y cada una de sus consignas eran falsas. Ni honradez, ni transparencia, ni democracia, ni acabar con la corrupción. Sánchez está acorralado y lo sabe. Dentro y fuera de su partido. Va a pasar a la historia como un indeseable más de la casta política que está asolando España.