El coronel Pedro Baños entrevista a Beatriz Talegón, antaño socialista militante muy involucrada en su partido, y ella comenta una anécdota sucedida con Alfredo Pérez Rubalcaba, quien fuera uno de los personajes políticos más nefastos de la historia reciente de España. En este extracto de la entrevista ella recuerda como el infame Rubalcaba le dijo a ella, con toda naturalidad, que a otro alto cargo socialista le gustaban las de 12 años o menores, lo que supuestamente supuso un shock para ella.
No entiendo cómo esto pudo ser realmente una sorpresa para Talegón. Las élites siempre han sido pederastas. No solo por vicio y depravación. Semejante degeneración forma parte de sus cultos y de su profundo convencimiento en cuanto a que pueden hacer lo que deseen con la humanidad. Muchos periodistas e investigadores lo han denunciado y algunos lo han pagado con descrédito general, persecución e incluso con la vida. Por eso no entiendo que alguien que ha estado tan involucrado con un partido político que es, desde su fundación, una organización criminal responsable de no pocos de los males que aquejan a España, pueda sorprenderse de lo que llegan a hacer algunos de sus responsables.
Desde los inicios de esta farsa de democracia que vive España afloraron escándalos de relaciones y abusos con menores que afectaban a figuras del PSOE y que fueron silenciados por medios de desinformación afines y diferentes instancias de poder. Quienes tenemos memoria recordamos algunos nombres de entonces. Escándalos que no eran exclusivos del partido socialista, pero sí eran llamativos por los puestos públicos que algunos de ellos ocupaban. Pero, si el asunto de Juan Carlos I (indigno rey) con la adolescente Sandra Mozarowsky, cuyo triste final se llevó la vida de ella y del niño de su vientre, fue literalmente enterrado desde los servicios secretos por orden de quienes protegían al monarca, no podía pasar menos con los casos que afectaban a unos cuantos depravados con mando en plaza en las huestes socialistas.
Los abusos sexuales y de violencia a niños y adolescentes son práctica habitual entre quienes detentan el poder. Realizar tales aberraciones no solo es una actividad viciosa que sería motivo suficiente para pena de muerte y cadena perpetua en cualquier sociedad que se respete. También forman parte de ritos de iniciación y compromiso entre miembros de oscuras organizaciones ocultas parapetadas tras monarquías, directivas de grandes corporaciones, instituciones, fundaciones y cualquier otro estamento desde el que puedan controlarse grandes cuotas de poder. Desde hace un tiempo, van mostrándose con menos disimulo y buscan normalizar y legalizar las relaciones sexuales de adultos con niños para que la sociedad acabe por admitir toda esa depravación como algo cotidiano, como ya se ha conseguido con otras tendencias sexuales y de comportamiento amparadas con leyes de género. Incluso algunos personajes de partidos políticos, como la bien pagada Irene Montero, llevan años luchando para que tales prácticas sean vistas como normales.