La agenda global usa cualquier método para obligar a empresas y particulares a arrodillarse ante los nefastos objetivos de la liberticida agenda 2030. Una de las maneras de lograrlo es usar como arietes a partidos y colectivos de ultraizquierda que se califican así mismos como ecologistas y animalistas, aunque sus líderes hagan luego todo lo contrario de lo que dicen defender.
En esta ocasión es la compañía de supermercados LIDL la que está puesta en la diana de estos progres sectarios. El supuesto objetivo, el bien estar de los pollos de las granjas. El «motivo», la salud de esos pollos, dando a entender que no son aptos para consumo. La razón de todo esto, que LIDL se ha negado en varias ocasiones a pagar un impuesto abusivo inventado desde la Unión Europea y destinado a terminar con el consumo de pollo y fomentar el de carne sintética (que sí es realmente perjudicial para la salud) cuya producción está en manos precisamente de Bill Gates, uno de los grandes enemigos de la humanidad que no pierde oportunidad en sus intentos de implementar sus planes de reducción poblacional. Ahí está la paradoja que muchos progres no son capaces de asimilar en su retardo mental. La ultraizquierda, en realidad, trabaja al servicio de las élites, y aún hay muchos anormales entre sus filas que creen que defienden a los trabajadores y a las clases más modestas.