Lejos quedan aquellos días en lo que Pablo Iglesias, otro de los grandes farsantes y parásitos del sistema corrupto de partidos, recibía aún aplausos y apoyo de los ingenuos y los tarados que le habían aupado al poder con sus votos. A él, a sus amigos, y a la corte de queridas que iba dejando tiradas en su ascenso.
Lejos queda también aquél tiempo en el que uno de sus compañeros, el amargado y siniestro Pablo Echenique, hizo viral aquello del jarabe democrático refiriéndose a lo sano que era para el pueblo perseguir, acosar e insultar a los políticos que no fueran de Podemos, especialmente los de derechas, o en el que el mismo Pablo Iglesias manipulaba a su idiotizada masa electoral asegurando que detestaba a los políticos que, al tocar poder, se iban a vivir a sitios selectos huyendo de sus barrios de origen, cosa que él mismo hizo en cuanto tocó algo de poder.
Desde entonces, muchos de esos que le votaron repetidamente hasta que se dieron de cara con la realidad de la gran farsa que fue y es Podemos. le han increpado en sus apariciones públicas. Y cada vez que esto ha sucedido, este gran patriarca del jarabe democrático y un sinfín más de consignas infantiles ha demostrado que el jarabe no le sienta bien, que la democracia es algo de lo que él y los suyos se han servido para enriquecerse y conseguir poder, y que lleva las críticas populares tan mal como aquellos a los que el tachaba de ser casta política. Una casta política, por cierto, de la que el propio Iglesias formó parte bien pocos años después de comenzar a aparecer en el circo político que tanto daño ha hecho y hace a España.
Su comparsa, madre de sus hijos, parásita como él, y pretenciosa ignorante que en el campo laboral no pasó de los empleos más básicos para ser colocada después como ministra, la sin par feminazi Irene Montero, aparece en este reciente vídeo indignada, como Iglesias, porque el pueblo les insulta. No quieren reconocer que eso va en el sueldo. Si mientes y te aprovechas de tu electorado para vivir a cuerpo de rey a costa del dinero público, no es nada extraño que alguien te recuerde de vez en cuando que, aun puesto en lo más alto, sigues siendo lo más bajo de la sociedad.