Ha finalizado junio, convertido ya en “mes del orgullo”, y la mayor parte de la sociedad está tan adoctrinada que parece incapaz de discernir entre lo bueno y lo malo. Una y otra vez los medios de adoctrinamiento nos bombardean con consignas, frases hechas y slogans ideados por ingenieros sociales, sabiendo que semejante ataque constante acabará por calar en las mentes de una enorme mayoría de personas. Así, en las dos últimas décadas y media estamos asistiendo a la normalización de conductas aberrantes que hace treinta o cuarenta años nadie se hubiera planteado, ni por asomo, hacerlas aceptables, públicas y deseables. Es parte del plan de la agenda global. Es otro modo de horadar las bases sociales para conseguir oscuros y terribles resultados que solo favorecerán a esas élites que trabajan incansablemente para hacer del ser humano un siervo absolutamente obediente, falto de valores y dispuesto a aceptar la perdida de la libertad ante un espejismo de bienestar que a menudo se convierte en frustración y tragedia. Y a la inmensa mayoría de la gente nada de esto parece importarle.
La agenda LGTB ha sido aceptada socialmente por imposición. En el sistema educativo, en los medios de desinformación y en la publicidad institucional y privada de toda índole… así es como funciona. Como hicieron en Cataluña con el independentismo durante décadas. Ahora, para mayor vergüenza de cualquier persona decente, la agenda LGBT da otra vuelta de tuerca a la degradación social y durante los últimos años se afana por añadir a los MAPs (minor-attracted persons, personas a quienes atraen los menores) a sus “desfiles del orgullo”, en los que ya se puede ver no solo a adultos con comportamientos obscenos dignos de perturbados, también a niños y adolescentes, a veces acompañados por padres complacientes con la “causa”.
“El amor es amor”, “Mi amor no hace daño, tu odio sí”… Frases hechas para consumo no solo de quienes militan en semejantes colectivos, también por quienes aceptan con naturalidad que estas conductas desviadas estén presentes en todos los aspectos de la vida pública de las naciones con el apoyo de instituciones y gobiernos arrodillados ante una agenda LGBT al servicio de las élites globales que la utilizan como un elemento más de desestabilización social. El común de la sociedad está domesticado. Nunca como hoy el pan y circo de la antigua Roma estuvo tan presente desde entonces. Y se pagarán las consecuencias más pronto que tarde.