César Vidal fue uno de los primeros comunicadores, si no el primero, que se atrevió a hablar abiertamente ante su audiencia sobre los siniestros métodos que la Agencia Tributaria española utiliza desde siempre e in crescendo para exprimir los bolsillos de las clases medias. Paralelamente a los casos de verdaderos fraudes cometidos, discurren esos otros casos de persecución a famosos y a disidentes con dos objetivos bien claros; llevarlos a la ruina y convencerlos por las malas de que hablar contra el poder establecido se paga en carne propia y en muchas ocasiones, por extensión, en la de familiares y amigos de la víctima. Y aún en los muy numerosos casos en los que la Agencia Tributaria pierde en los tribunales contra quienes sí se atreven a defenderse, sus inspectores quedan libres de toda responsabilidad para poder seguir arruinando vidas. César Vidal fue el primero, pero ya no es el único. Unos pocos más se atreven ahora a exponer los abusos de un organismo público que no defiende precisamente los intereses de los españoles, sino los de quienes realmente gobiernan.